domingo, 7 de julio de 2013

Planeando la salida y los últimos sucesos

En los últimos días he estado atento a las señales, al sexto sentido y a los hechos que se sucedían a mi alrededor. Es parte de mi manera de viajar, procuro que el mismo camino me guíe, y una vez encontrado la dirección correcta es como navegar por el mar con los vientos alisios a favor.


Ayer mismo me dirigía hacia la parte vieja de Lahore. Las calles caóticas saturaban el ambiente mediante vendedores de fruta, rickshows o tuk-tuks, humo, bocinas y demás. Dos ojos me parecían muy escasos para poder prevenir todo lo que pasaba por delante de mi moto. Me metí por la dirección contraria y un policía no perdió la oportunidad: con razones de que mi moto no tiene matrícula delantera, de que iba en dirección contraria y no llevaba documentación, me quería multar. Con el ruido y el ambiente cargado de la calle,  entre gritos y esfuerzos por escucharnos me llevó 20 minutos en hacerle ver de que no tenía ninguna intención de pagar su multa.


Una vez pasado el obstáculo me adentré en la parte vieja, aparqué la moto y pensé en tomarme un te para relajarme y observar. Nada más dar dos pasos, una moto a toda velocidad apareció de la nada, me atropelló, después arrolló a otra persona hasta que finalmente se fue contra una tiendecita. Jaleo. El chico me culpaba a mí, pero yo le hacía gestos con la mano diciendo que andaba demasiado deprisa. Tampoco quería abrir la boca, para no delatarme como turista. Al final intervinieron unos ancianos quienes me dieron la razón y me dijeron que me fuese a por el té. Fue uno de los tés más rápidos que he tomado, pues después de todo lo ocurrido sentía que no debía de estar allí. Efectivamente, unas horas más tarde una bomba explotaba en la zona.

Lahore es una ciudad rica en cultura, una ciudad ajetreada y con un orden público desconocido y difícil de entender para los europeos. Sus edificios nos demuestran una arquitectura de colonia inglesa, mongol y árabe, testigos de la historia. Pero una de las cosas más interesantes en mi opinión son los rezos y rituales de los sufíes. Cada jueves se juntan en los santuarios donde empiezan a sonar los tambores y la gente baila a ritmo de los golpes. En cierto momento comienzan a girar y a dar vueltas, balancean bruscamente la cabeza y  los ojos dejan de enfocar. Están en estado de trance. Si no lo he entendido mal esta es su manera de conectar con lo divino.



Sobre mi historia, he decidido seguir con mis planes y sueños y acercarme a la frontera de Iran con mi moto, descartando la posibilidad de volar. Puede que sea peligroso el camino, pero me estoy mentalizando ya que ese deseo de aventura es lo que me da la vida. No se si me entendéis. Será una ruta diferente y por mucho que pregunte o busque información nadie sabe nada seguro de esa zona. Cabe la posibilidad de que las autoridades no me dejen emprender el camino, o incluso peor, que una vez recorrido los 700 kms de árida tierra y cruzado las delicadas tierras de Baluchistan, no me permitan cruzar para Iran. Sería una decepción. Pero la meta o el destino no es lo que más me importa, sino que el camino en sí, y con ese pensamiento no hay espacio para el fracaso. Ayer mismo, si la policía no me hubiese parado y molestado, si el chico de la moto no me hubiese atropellado... quien sabe si no me hubiese quedado en la parte vieja a cenar justo cuando explotó la bomba. Pero confío en que si sigo mi camino y mi sueño, sea lo que sea, me seguirá protegiendo. Insha Allah.



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