jueves, 6 de diciembre de 2012

Adentrando en Cento-América







Desde que partimos de la familia guatemalteca he recorrido unos cuantos kilómetros y algún que otro país. Bajamos por Guatemala para observar otras esquinas del país a parte de Peten. Empezamos por Semuc Champei, unas piscinas naturales  de color azul-verde y amarillo. El sitio no era de fácil acceso: camino de piedras y barro, con subidas y bajadas. A la ida el camino estaba bastante seco, y llegamos sin mayor dificultad. La vuelta fue algo más complicado, con la mala compañía del "chipi-chipi" (llovizna), necesitamos más de 4 horas para cumplir con los 11 km que nos sacaban al primer pueblo. También visitamos el lago Atitlan, un lago con 3 volcanes de fondo, y alguna playa. 





Pero a parte de las maravillas de Guatemala, hay otras cosas que me han dejado huella. La primera es la fuerza e influencia de las iglesias.  En la pequeña aldea que estuvimos en el lago Atitlan, habrían unos 500 habitantes, pocas tiendas con lo mínimo, ni una carretera, pero 8 iglesias, con sus conciertos a todo volumen a partir de las 6 de la tarde. Gente pobre que decide pedir unas monedas en la calle, he visto recibir bastante menos que una persona que habla de la religión o nombra a dios. Parece que esas palabras causan temor, o un afecto mayor, y la gente decide aportar. De todos modos, en algunos casos la iglesia resultar ser una buena alternativa, cuando asistir a misa sustituye a ir al bar y gastar todo el dinero en alcohol.





Cruzamos la ciudad de Guatemala, pero no sin perdernos y pasar unas horas intentando salir de ella. Personalmente no me gustan las ciudades, y menos viajando. Me parecen todas parecidas (existen excepciones), con sus pequeñas diferencias, pero todas coinciden en multitud de gente, tráfico y ruido. Pueden albergar la historia de su país (museos, teatros…) pero generalmente suelen tener más esencia de la globalización que de su propio pasado. Ir a un país y quedarte con la ciudad, es como ir de "pintxos" (tapas) y acabar comiendo una hamburguesa. 







Por suerte, el terremoto que hubo no nos afectó en nada, y tampoco tuvimos grandes percances. Una noche rompieron un cristal de la furgoneta del uruguayo, y entraron a robar. Uno cuando lee el periódico durante unos días, le resta importancia a muchas cosas. Las páginas ocupan cada pequeño espacio con asesinatos por celos o intereses, masacres, accidentes, etc. Lo material se puede recuperar.


Crucé la frontera de El Salvador y Honduras sin ningún problema. No puedo contar mucho sobre estos países ya que no pasé tiempo suficiente para tener una visión detallada del país. De todos modos, me parecieron más pobres que el resto. En El Salvador, la mayor cantidad de ingresos que obtiene el país llega de los Estados Unidos, de la mano de los inmigrantes que envían dinero a sus familias. Dinero, un tema complicado. 


Una historia que nos pasó cuando intentábamos salir de los lodos de Semuc, a la subida de una cuesta el coche empezó a derrapar y sin tracción ni control, nos quedamos cerca de caernos por un pequeño terraplén. Sin poder ir adelante ni atrás, bloqueamos la estrecha vía. No tardaron en llegar los primero micro-buses y camiones. Nadie podía pasar sin primero salir nosotros de allí, pero nadie se ofrecía a ayudarnos. Hasta mencionar las palabras mágicas: ayudarnos y os damos 20 dólares. Una reacción instantánea; gritos, planes, bolsas de cal, cuerdas… salieron a saber de donde. Pero de repente había muchas personas empujando el camión. En 5 minutos estábamos fuera, y reanudamos nuestro camino.  Hasta que llegamos a otra cuesta, y una vez mas bloqueados. Ahora ya nadie nos quería ayudar, habíamos dado los últimos dólares. Hablamos con una familia que vivía al lado de la cuesta mientras pensábamos en alguna alternativa para subir la cuesta. Les preguntamos, ya que no entendíamos, por qué nadie nos quería ayudar sin que el dinero estuviese de por medio. Ellos no entendían como alguien puede ayudar sin pedir nada a cambio. ¿Si ustedes ven a una persona extranjera en vuestro país pidiendo ayuda, no le ayudarían por voluntad verdad? fue la pregunta de la madre. Nos quedamos sin palabras, y un sentimiento amargo me invadió el cuerpo. 


Pero no todo es así. La familia que nos acogió y "secuestrado" agradablemente en Guatemala aclara cualquier otro punto oscuro del país.  El termino secuestrado, lo utilizo por la persistencia que demostraron (sobre todo Mario, el padre) de tenernos más y más días. No querían que fuésemos.

Este mes y medio parece haber volado, día tras día maravillando con centro América. Los últimos días los he pasado surfeando en una playa llamada Popoyo, playa todavía virgen, con difícil pero merecida llegada al pueblo. El autobús local más cercano te deja al lado de la carretera, y tienes que caminar por campos de sal y bosque, cruzando dos ríos para llegar al pueblecito. Es una playa consistente, con divertidas olas, y viento terral (offshore) casi todos los días, a todas horas. 
Volver a coger olas, con dos sesiones diarias a vuelto a ser una terapia para mí. Sin que las olas sean gran cosa, cada ola que cogía era pura diversión.


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