domingo, 28 de octubre de 2012

Belize



Como si el genio de Aladino hubiese escuchado mi deseo de viajar con alguien, pocos días después de haber escrito mi último post el camino me presentó a un hombre uruguayo que  viaja en su furgoneta hacia su casa. Desde varias bocas escuché hablar sobre Belice, un pequeño país de habla principal inglesa que está pegada a México. El del uruguayo fue uno más, y cambiando mi plan principal de permanecer 3 meses en Mexico, me monté en su furgoneta rumbo al país vecino. 
















 Acostumbrado a viajar por los países asiáticos, donde el peligro es escaso, la entrada al país fue algo impactante. La ciudad de Belice no es un lugar donde te quieras perder. Llegamos ya de noche, encontramos alojamiento en el centro, y como de costumbre, al dejar las cosas en la habitación nos dirigimos a la calle a encontrar un sitio para cenar, y de paso ver los alrededores. Nos quitaron esa idea en seguida cuando nos dijeron que al oscurecer, y cuando no haya presencia policial la cosa se pone peligrosa. Uno puede ser atracado, secuestrado, o algo peor. Las armas están en manos de cualquiera. Buscando algo más tranquilo, me dirigí hacia las islas, famosas por sus aguas y vida marina. 





Vivir la experiencia de nadar junto a tiburones y mantas raya fue algo que recordaré durante muchos años, por no decir durante toda la vida. Uno se olvida de la tierra firme, y se adentra en un mundo diferente, donde el ser humano vuelve a ser pequeño, débil. Se queda maravillado con la elegancia de las mantas, con la mirada fría de un tiburón. Pero a la vez se queda pensativo, en que todos somos seres vivos,  que compartimos un mismo globo, y como les afectamos con nuestro "progreso" y "evolución" destrozando sus hábitats con toda la basura que tiramos. 




En mis últimos tres días de Belize me junté de nuevo con el uruguayo y pasamos dos noches en casa de una señora Beliceña en un pequeño pueblo llamado Roaring Creek. Pequeños pueblos suelen ser sinónimo de seguridad, pero Centro América parece que puede romper esquemas. Nos contaba que hace no mucho dos chicos llevaban un cadáver, que otro chico los vio y les llamó la atención. Estos dos, al ver que existía un testigo de sus hechos, se acercaron y lo quitaron del medio de un machetazo. Lección aprendida: uno tiene que mirar sus pies para saber por donde anda, pero no lo que hacen o pueden hacer los demás. 





En este momento me estoy quedando en Guatemala en casa de una familia. Las vivencias e historias se han intensificado, pero eso dejaré para el siguiente post. Y de este modo, aprendiendo y viviendo nuevas experiencias sigo disfrutando de este maravilloso mundo. 


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